José Manuel Ibar Azpiazu, Urtain, fue un boxeador, la calidad del cual no voy a valorar porque no soy una entendida en el tema, de gran éxito y popularidad en la época de los 70. Fue uno de esos llamados "juguetes rotos del franquismo" que después de tenerlo todo y, sobretodo, de que todos le tubieran a él cayó en el olvido hasta su dramático final a pocos días de la inaguración de los Juegos Olímpicos del '92.
La compañía Animalario ha querido hacer un retrato de la sociedad de esa época a través de la figura de Urtain, lo que también han conseguido es retratar, nunca mejor dicho, a todas esas personas que son capaces de utilizar a quien sea para poder lograr sus objetivos, y que conste que no me refiero al propio Urtain.
Roberto Álamo, a través de su magistral interpretación del boxeador, consigue que nos metamos de lleno en su figura y que nos emocionemos, nos riamos y, sobretodo, suframos con él. Esto no lo hace sólo, su actuación es absultamente brillante y el elenco de actores que lo acompaña no se queda atrás. La compañía Animalario es una garantía de calidad que pone todo lo que tiene dentro en cada uno de sus espectáculos y este no es menos.
Es una obra que nadie debe perderse; los amantes del teatro saldrán sobrecogidos y maravillados de lo que esas bestias de las tablas son capaces de hacer, y los que aún no aman este arte a través de este espectáculo se enamorarán perdidamente de él.
Estan en Barcelona, en el teatro Romea, hasta el 22 de noviembre, a no ser que el resultado de la taquilla les obligue a despedirse antes, y en diciembre pasarán por Sevilla, Granada y Bilbao. Sólo os digo que no os lo perdais porque lo lamentareis profundamente.
Hace mucho tiempo que una obra de teatro no me llegaba tan adentro como ésta, de hecho la anterior que lo consiguió también fue de Animalario...
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